domingo, 7 de abril de 2013

La salida... Capítulo 2, Historia 1.


Al día siguiente, me arregle rápido y casi ni desayune por ir a ver a Verónica. En el coche igual que el día anterior, me puse los auriculares y traté de ignorar las opiniones de mi padre sobre lo que mal que iba en la vida, y que no me juntara con malas personas porque me arruinarían la vida … etcétera. Llegué unos diez minutos antes de que sonara la campana, me senté en el suelo al lado de la puerta justo cuando mi padre se fue. Entonces empecé a susurrar mi canción favorita mientras la escuchaba con los auriculares.
De repente alguien me tocó el hombro y di un respingo, me quité los auriculares y me levanté y cuando vi su rostro sonreí. Era Verónica.
-Me encanta esa canción.   Dijo como modo de saludo.
No podía ni siquiera mirarla a la cara de lo roja que estaba, me planteé varias veces preguntarle si podía acompañarme a casa, pero me sentía nerviosa, asustada por lo que sentía y muchos otros sentimientos que no podía reconocer… y la verdad me asustaban mucho. Nada más verla me daban ganas de abrazarla.
Nos sentamos a hablar durante un rato, cuando de repente salió de mi boca una frase que no tenía nada que ver con lo que estábamos hablando.
-Verónica, hoy vuelvo sola a casa, ¿me acompañarías?
Ella sonrió  y me miro de una manera que hizo que todas las personas que acababan de llegar desaparecieran, solo quedando ella y yo en el mundo.
-¿Por dónde vives? Respondió con otra pregunta.
Yo le explique por dónde vivía y se sorprendió bastante.
-Vivo a dos calles de tu casa. Me dijo sorprendida.
Me quedé mirando como si esperara una respuesta más lógica. Nunca antes la había visto cerca de mi barrio y pensé que posiblemente, me estaba engañando. Al rato sonó la campana y empezaron las clases.
Pasaron las horas lentamente esperando que llegará la hora de la salida. Hasta parecía que el reloj se burlaba de mí. Verónica parecía muy nerviosa ya que no paraba de mirar su reloj y de mover repetidamente su pierna.
Escuché la campana como un sonido que esperaba desde hace años y espere a Verónica a que saliera de la clase y bajamos en silencio absoluto las escaleras. Para romper el hielo, como nunca había vuelto a casa desde esa parte de la ciudad, le pregunté si sabía algún camino.
Salimos del colegio las últimas, algo muy raro en mí ya que siempre salía la primera. A lo mejor no quería que ese momento acabara.
Entonces empezamos a hablar sobre el instituto y comenzamos a imitar a las profesoras, algunas tenían motes. Callamos las dos a la vez y nos miramos a la vez que reíamos. Me encantó esa sonrisa que puso y sin querer me sonroje, miré hacia abajo intentando taparme la cara con mi pelo. De repente miré hacia los lados y no sabía en qué parte de la ciudad estaba. Verónica me llevó por un callejón y después en zigzag, parecía que no quería llevarme a mi casa.
En una de las calles por las que pasamos había una casa que nos interesó mucho a las dos. Era enorme, muy antigua y abandonada. Al final decidimos entrar forzando la puerta.
La casa por dentro era más grande de lo que se veía por fuera, llena de polvo y algunos muebles, en el centro de la casa había un jardín intacto con un banco en el centro.
Entonces me di cuenta de la hora que sería y si, estaba en lo cierto. Llevaba una hora fuera de casa y tenía varias llamadas perdidas de mi madre. Me asusté y se lo comente rápidamente a Verónica y me ayudó a llegar a casa.
En la despedida me dijo
-Mañana, después de clase te espero en la casa abandonada.
No tenía tiempo para pensar en lo que me había dicho pero esa frase estuvo presente mientras miraba a mi madre asomada por la ventana.
Me regañaron como nunca antes me habían regañado. Pero di argumentos bastante convincentes para que al día siguiente me dejaran salir después de clase.
Llegó la noche y seguía pensando en aquellas palabras que no paraban de resonar en mi cabeza, como la alarma de mi móvil.
Me quedé dormida y tuve un sueño terrible. Soñé que un coche negro me perseguía hasta atropellarme, me sentía impotente como si pudiera correr más rápido que el coche. A lo lejos veía la casa, la cual nunca llegaba.
Me desperté sudando, justo cuando sonó la alarma del móvil. Después me repetí a mi misma que era una simple pesadilla y que no debería preocuparme.
Esperaba ansiosa la salida de clases, era viernes por fin y no volvería a aquel colegio en dos días pero me preocupaba no ver  a Verónica. ¿Qué obsesión tenía con mi amiga?
Miré varias veces la hora hasta que sonó el timbre, le recordé a Verónica donde quedábamos y me fui corriendo al coche. Llegué a casa y rápidamente me cambié de ropa. Me quité el horrible uniforme y me puse ropa para salir, me dejé la trenza pero en un momento cambié de opinión y me lo deje suelto.


Merendé rápidamente y les dije a mis padres que iría a la biblioteca con una amiga. Disimulé llevándome la mochila y salí lo más rápido posible, todo paso como un segundo hasta llegar a la casa abandonada.
No vi a Verónica, así que pensé que estaría dentro. Me acerque a la puerta y mire a los lados asegurándome de que nadie me veía, intenté abrir la puerta pero, para mí sorpresa tenía una cadena y un candado nuevo. El  candado era raro ya que tenía dos aberturas para dos llaves.
De nuevo alguien tocó mi brazo y salté pensando, que posiblemente era la policía, pero era Verónica con un llavero, que en él tenía dos llaves.
Me miro sonriente y mire profundamente sus ojos.
-Este candado solo se abre si las dos llaves están juntas en las dos aberturas.
Miré sorprendida, nunca había visto un candado así. Cogió las dos llaves y las metió cada una en una abertura, hizo un movimiento, como si fuera una llave y el candado se abrió dejándonos un espacio en el que podíamos ser nosotras mismas.
Entre de nuevo en la casa y me di cuenta de que había utensilios de limpieza en un rincón, nuevos me di la vuelta y mire a Verónica esta vez de cuerpo entero.
No sabía que vestía así, llevaba medias negras con un pantalón corto por encima, una blusa muy escotada con un collar del símbolo de amor y paz. Me explicó que íbamos a limpiar la casa para poder estar mejor ahí. Después, de su abrigo de cuero sacó dos cadenas y colgó una llave en cada una. Al rato me rodeó con sus manos mi cuello y me puso el colgante. Me sentí realmente incómoda en ese momento.
Limpiamos la casa en general y quedamos al día siguiente para volvernos a ver.

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